A PROPÓSITO DE UN EJEMPLO ITALIANO: VA PENSIERO, RICCARDO MUTI Y BERLUSCONI
Este “post” surge por un episodio italiano de reciente conocimiento en España: Roma, 12 de marzo de 2011, Teatro dell’Opera, Nabuco. Copio en parte un primer mensaje, que recibí este mes de junio: “En el palco de honor, el Presidente de la República, el cardenal Vellini y Berlusconi. En el escenario, los miembros del coro, vestidos de esclavos hebreos. Acaban de cantar Va, pensiero, ese canto en el que los esclavos se acuerdan de la patria, si bella e perduta (tan hermosa y perdida). Dirige Riccardo Muti. Cuando acaban, el público, emocionado, pide un bis. Alguien grita: Viva l’Italia! Entonces, Muti coge un micrófono y dice (traduzco): "Sí, estoy de acuerdo con el Viva Italia. No tengo 30 años y mi vida está hecha. Como italiano que viaja por el mundo, siento un profundo dolor por lo que está sucediendo. Por tanto, si hago el “bis” de Va pensiero no lo hago tanto, o sólo, por razones patrióticas. Esta tarde, mientras el coro cantaba hace un momento el O mia patria, si bella e perduta, pensaba que si nosotros matamos la cultura sobre la que está fundada la historia de Italia, nuestra patria será, de verdad, bella e perduta". La gente del coro empieza a levantarse y a aplaudir.
Mutti continúa tras los aplausos: "con frecuencia se dice que Muti habla de dinero. Hoy estamos en nuestra casa, en el teatro de la capital. ¿Quieren que cantemos juntos el Va, pensiero?" Y el teatro se pone en pie. Muti, después de exhortarles -“A tempo!”: ¡con ritmo!, dice- los dirige sin batuta. Cantan lentamente y, como me decían en el primer mensaje, la Italia de Verdi se impone a la Italia embrutecida por el hombre que apaña las leyes en beneficio propio. Les facilito el link para que vean el episodio: un muy especial Va pensiero!:
El caso es que, tras el anterior post de este blog, me escriben desde La Haya y me remiten de nuevo ese link. Y, con un sentimiento que comparto, mi comunicante dice, con profunda sencillez: «me pregunto si acaso nuestra patria no tiene quien le cante "a ritmo"» Amablemente, agradece mi referencia a Carlos Cano, pero yo (“fan” confeso de Cano, que lo veo muy pegado a Andalucía) me encuentro de pronto, sin reflexionar apenas, recogiendo el guante de un amable desafío, cordialmente consonante con el mío en la añoranza patriótica. Sí, acabo de escribir patriótica. Porque el patriotismo, cosa diametralmente opuesta al nacionalismo, es una virtud, el hábito del arraigo y la solidaridad, del que nacen sentimientos y acciones nobles. Y va siendo hora de volver a considerarlo así y de volver a hablar de él (aunque no mucho: lo justo).
Lamentablemente -respondo a mi comunicante-, España (la España oficial, la correcta, ni mucho menos la real) lleva tiempo dando la espalda a la música española y, concretamente, a las canciones españolas de toda clase: copla, pasodoble, zarzuela. Y triste -para mí tristísimo- resulta que esa España oficial y correcta haya casi impedido conocer esa música a la gente joven de varias generaciones. Conocer y gustar música de varios continentes y de muchos estilos (dentro de la llamada “clásica” y también de la “moderna”), no impide apreciar lo más nuestro. Ni me lo impide a mí ni se lo impide a millones de españoles e hispanoamericanos. Y a cientos de miles de europeos, incluidos los que acuden a festivales musicales de primera clase. Por algo las coplas se reeditan sin parar y son cantadas por los mejores cantantes, desde Plácido Domingo, un español universal como muy pocos, a Martirio, un prodigio de modernidad y buen gusto (por no hablar de la revalorización de la copla por obra de Carlos Cano). Por algo nuestras mejores voces masculinas y femeninas no han tenido ni tienen empacho alguno en cantar zarzuela o copla en auditorios centroeuropeos, asiáticos y americanos. Porque ocurre que dentro de lo popular hay músicas y letras sublimes, a las que una y otra vez recurren las mejores voces y los paladares más finos. Los ejemplos que personalmente podría aportar, respecto de lo español o de lo de otros países (baladas USA, canciones francesas, canciones napolitanas que pueden pelear con muy buenas arias operísticas, grandes musicales, etc.), ocuparían, si no un libro, desde luego un “post” de los muy largos.
El mayor aprecio foráneo que propio a la música española en ambientes cultos tiene distintos exponentes históricos, a alguno de los cuales he hecho referencia en este blog (v. http://andresdelaoliva.blogspot.com/search/label/Federico%20Chueca). Hoy día se pueden encontrar más grabaciones de flamenco en Paris que en Madrid. Pero, además, el duende español ha planeado muy claramente en compositores extranjeros. No es sólo el caso de Rimsky-Korsakov y su Capriccio Espagnol, op. 34, conocidísimo e interpretadísimo en todo el mundo, del que, si quieren, escuchen esta excelente versión de la Berliner Philharmoniker, dirigida por Zubin Mehta:
Hay, a mi entender, un ejemplo menor pero más llamativo, que es el de España, vals, op. 236, de Emile Waldteufel. El músico alsaciano, residente casi toda su vida en Paris, cautivó definitivamente al público europeo con su “España”, tomada de la España, de Emmanuel Chabrier, de 1883, tres años anterior al vals de Waldteufel (que era un poco copiota o un buen divulgador). Escuchen al alsaciano:
Este vals, que empieza con una jota, tiene, a mi gusto, un sabor español aún más fuerte que el Capriccio.
Con todo, el desafío de encontrar algo español similar al Va pensiero! de Verdi no es nada sencillo. Tuvimos, hace bastantes años, aquel estallido del Que viva España!, veraniego soniquete inventado ¡en Alemania!. Hace poco, sufrimos (yo, al menos) la murga del “Yo soy español, español, español”, a cuenta del Mundial de fútbol y del triunfo de la selección española. Mucho antes, teníamos un fantástico “Yo soy español”, número de la zarzuela “La Patria chica”, de Ruperto Chapí con letra de los hermanos Álvarez Quintero. En un momento determinado, "Españita", uno de los personajes de esa zarzuela, canta este "¡Yo soy español!". Verán que "Españita" es todo un tipo, con una filosofía quizá acrisolada por dos siglos de nuestra historia, pero no precisamente lo que andamos buscando.
Ésta es la letra (verdaderamente, los Quintero tenían chispa y Miguel Ligero bordaba estos números):
¡Yo soy español!
Yo soy de la tierra dichosa
del vino y el sol.
¡Yo soy español! (coro: ¡Él es español!)
Para hacer en el aire castillos me basta un cigarro
Para estarme tendido en la cama me basta un catarro.
Para ver cómo pasan las horas me basta un guitarro.
Para darle mil vueltas al mundo me basta una copa de vino y un jarro.
¡Chitón, chitón!
¡Me cargan la Constitución! (coro: ¡Chitón!)
¡Me cargan la Constitución! (coro: ¡Chitón!)
Paladín soy que no calla
en defensa de su fe.
Soy ministro que no halla
ni un escollo en cuanto ve.
General soy que avasalla
y sin tropas ni metralla
yo no pierdo una batalla
en la mesa del café.
Yo tengo tesoros
de superstición:
un naipe de oros
es un fortunón,
me encantan los moros
y la Inquisición.
Y voy a los toros
y luego al sermón.
y luego al sermón.
(Gritando, como si estuviese en los toros)
Santo, Santo, Santo,
¡Señor, yo pequé!
¡Señor Presidente,
no le entiende usté!
¡Santo, Santo, Santo,
mísero mortal!
¡Váyase usté al toro,
granuja, morral!
Yo nunca estoy triste:
¡yo soy español!
A todo infortunio
mi patria resiste
es la única tierra que existe
que vende y revende la sombra y el sol.
¡Yo soy español!
Yo soy de la tierra dichosa
del vino y el sol.
Descartada esta divertida y realista proclama de españolidad, no he buscado muchísimo, lo confieso, para elegir algo que, al hispánico modo, pudiera equipararse al Va pensiero!. Porque, amante como soy de nuestros buenos pasodobles (los mejores, los grabados por la Banda Sinfónica de Madrid, dirigida por Enrique García Asensio, excelente director, en especial de música española), había escuchado, no hace mucho, algo extraordinario y emocionante: Suspiros de España, cantado por Plácido Domingo. Por esta pequeña obra maestra me decanto (aunque se admiten sugerencias).
Suspiros de España, pasodoble soberbio y hoy indiscutiblemente cumbre de los pasodobles, fue compuesto en 1902 por Antonio Álvarez Alonso. La letra se añadió en 1938 y, aunque ha conocido varias versiones, la más utilizada es la que canta espléndidamente Plácido Domingo en el link que les dejo. Suspiros de España ha tenido tantos ecos como exiliados y emigrantes. Y me consta que lo sigue teniendo. Escuchen:
La letra es ésta:
Siento en mí triste emoción.
Me voy sufriendo lejos de ti y se desgarra mi corazón.
Nunca el sol me alegrará.
En el vergel de España, mi amor,
como una flor siempre estará.
Dentro del alma te llevaré,
cuna de gloria, valentía y blasón.
España, ya nunca más te he de ver.
De pena suspira mi corazón.
Si con el viento llega a tus pies
este lamento de mi amargo dolor,
España, devuélvelo con amor,
España de mi querer.
Siento en mí triste emoción.
Me voy sufriendo lejos de ti
y se desgarra mi corazón.
Nunca el sol me alumbrará.
Ya nunca más tu suelo veré,
lejos de ti, de pena moriré.
España mía, ya no te miro.
Tú eres mi guía.
Por ti brotan mis suspiros,
tú eres toda mi alegría.
De noche y día yo no te olvido.
Ay, quién pudiera,
Ay, quién volviera.
Qué no daría
por mirarme, patria mía,
en tu cielo azul.
En mi soledad
suspiro por ti.
España, sin ti me muero.
España, sol y lucero.
Muy dentro de mí
te llevo escondida.
Quisiera la mar inmensa atravesar,
España, flor de mi vida.
Pero no es peor esta otra versión de Suspiros de España, la de Dyango:
La letra, distinta, es ésta:
Quiso Dios
con su poder
con su poder
jugar con fuego y rayos de sol
y hacer con ellos una mujer.
La esculpió
de junco y miel
y de caricias hizo su piel,
de isla y volcán su corazón.
Cuerpo de dunas cerca del mar,
alma de madre primeriza en placer.
La voz de la guitarra al cantar
suspira sin querer.
¡Ay, Señor! ¡Dime quién es!
Mujer que vuelve loco al amor,
mujer de la cabeza a los pies.
¡Ay, Señor! ¡¿Quién serás tú?!
Dorada y reina en el interior,
¡roja y olé! por el norte y el sur.
¡Tierra del trigo!
¡Sierra de peñas!
Sueño contigo,
y aunque no se con qué sueñas,
sé que quieres navegar.
Esa mirada aventurera
guarda entre lluvias
de primavera
penas de estatua
que con lágrimas de cera
aprendió a llorar.
Y yo puedo ver
en cuanto te miro
pasar toda tu historia de mujer
tan solo en un suspiro.
¡Ay, Señor! ¡Dime quién es!
Mujer que vuelve loco al amor,
mujer de la cabeza a los pies.
¡Ay, Señor!
¿Quién serás tú?!
Dorada y reina en el interior,
¡roja y olé! por el norte y el sur.
Estos dos “Suspiros de España”, tan distintos, son, sin duda, la misma canción y justamente que ambas versiones emocionen y representen aceptablemente a España es buena señal de haber afrontado el desafío con éxito (salvo la mejor opinión de Vds., que, de existir, desearía conocer).